A través del tiempo los vaqueros de Chihuahua han sido una presencia constante. Fueron llegando al norte de la Nueva España en busca de nuevos horizontes, montados a caballo, arreando manadas de ovejas, vacas y novillos, acompañando familias, soldados, frailes, autoridades civiles e indios amigos.
Arreando las manadas fueron tomando posesión de las grandes extensiones de pastizales y bosques, prácticamente vírgenes, dispuestos a luchar cuerpo a cuerpo contra los grupos indígenas nómadas, para mantener su presencia.
Decididos a establecer nuevas fronteras que cumplieran con las expectativas que planteaba el Nuevo Mundo, riquezas y territorios ilimitados, los hombres de a caballo conquistaron a sangre y fuego el territorio norteño.
Desarrollaron una gran capacidad de adaptación a las nuevas condiciones climáticas, a la vida a la intemperie. Lograron aplicar los conocimientos traídos del viejo mundo y adoptaron y crearon nuevas formas de vida para el nuevo mundo. Improvisaron, cambiaron, conservaron, desarrollaron nuevas formas y definieron el rumbo de la ganadería del norte.
Influidos por la grandeza del territorio, optaron por las amplias fronteras, los grandes rebaños, las grandes haciendas y las prolongadas guerras. Les llevó 300 años acabar con los bravos indios norteños.
Los vaqueros de Chihuahua llevan en la sangre la historia de más de 400 años de lucha, trabajo, tesón, adaptación, paciencia, coraje, arrojo, valentía, destreza, habilidad, brutalidad, nobleza, amor a la libertad y a la tierra que tenían tanto los indígenas nómadas como los conquistadores españoles.
El vaquero de Chihuahua es el portador de la herencia cultural de dos fuerzas enemigas que, al mismo tiempo, trascendieron a través del mestizaje, en la convivencia y el intercambio cultural que se dio en las praderas y pastizales en la crianza del ganado y en la cacería de los bisontes, venados y berrendos.
La vida de los indígenas norteños y de los hombres de a caballo no era muy diferente. Ambos vivían a la intemperie, su sustento dependía de la caza, del agua, de los frutos y especies comestibles locales, de las plantas medicinales. y de su habilidad para sobrevivir con lo que había. Unos adoptaron rápidamente el caballo y los otros lograron un excelente conocimiento del terreno, del viento, de los patrones de comportamiento de las especies de las estaciones y condiciones climáticas.
Con estas habilidades, ambos desarrollaron una gran capacidad de desplazamiento, movilidad y dominio del terreno. La razón de esta larga lucha fue la confrontación de dos formas de entender y usar la tierra y sus recursos: el uso comunal y racional de la tierra y los recursos animales, vegetales y acuíferos versus la apropiación de estos recursos en beneficio de pocos y la imposición de estructuras militares, políticas, económicas y sociales mucho mas complejas que los habitantes locales.
La ganadería en la época colonial se desarrolló sin cercos ni corrales, en pastizales de uso común, bajo el cuidado de los vaqueros quienes establecían sus estancias temporales consistentes en una casa de adobe y unos corrales provisionales de piedra o troncos. Esencialmente el trabajo del vaquero era cuidar o pastorear el ganado. Una o dos veces al año, el ganado se juntaba en una hondonada o cañada con el propósito herrarlo.
Dado que no había límites establecidos entre una estancia y otra, el ganado de los señores de ganado se mezclaba. Para poder identificarlo, el ganado debía ser marcado o herrado con el fierro registrado por cada ganadero ante las autoridades civiles. Los vaqueros de a caballo y de a pie arreaban el ganado rodeándolo y conduciéndolo a una cañada, hondonada o un lugar en el cual se pudiera contener.
Posteriormente se fueron construyendo corrales de piedra en lugares estratégicos, con agua cerca para hacer los herraderos. Los vaqueros marcaban una o dos veces al año los becerros recién nacidos, (en el día de San Juan y al final del otoño), en estos herraderos se juntaba mucha gente de la llamada suelta, es decir, sin amo. Entre ellos se podrían contar esclavos huidos, prófugos de la ley, negros libres, mestizos, indios de repartimiento o encomiendas a los cuales se les daba alimentos y ropa a cambio del jornal o se les pagaba en moneda o especie.
El papel de los vaqueros era atrapar y marcar lo becerros, separar los becerros orejanos (sin marca de sangre, ni dueño), separar las vacas y toros viejos, las vacas horras (estériles) para el sacrificio. Durante la época colonial, el principal objetivo del ganado bovino no era la carne, sino el cuero y el sebo. Los cueros tenían una gran demanda ya que con ellos se elaboraban todo tipo de prendas de vestir, costales para el mineral y los granos, calzado, arreos para las cabalgaduras, por su parte, el sebo es utilizaba principalmente como combustible, elaborar velas y para hacer jabón. Del bovino, sólo se consumían los filetes y la lengua.
El alimento preferido de la población europea fue el borrego. Cuando lo señores de ganado tenían necesidad de cuero o sebo se organizaba la matanza de reses. Aún cuando los vaqueros de esta época ya usaban el lazo, el instrumento de trabajo más importante era la desjarretadera. Esta era una especie de lanza larga que en la punta tenían una gran navaja en forma de media luna, sumamente afilada. Se podría decir que era un arma de cacería, el vaquero perseguía la res a caballo hasta colocarse detrás de ella y con la navaja le cortaba los tendones de las patas traseras o jarrete.
A esto se la llama desjarretar los animales. Cuando la res caía, el vaquero descendía rápidamente del caballo y de inmediato lo degollaba y le quitaba la piel procurando conservarla entera, ya que así tenía mejor precio, recolectaba el sebo de las partes grasas del animal, cortaba la lengua y el filete para su consumo y el resto del canal se dejaba como alimento de los indios que se fueron aficionando a ella, así como para los lobos, perros, coyotes y aves de rapiña.
Los propietarios de ganado nunca sabían cuántas cabezas tenían en total, los rebaños se estimaban contando el número de becerros, corderos o cabritos marcados cada año, en el caso de los caballos y burros, se contaban las manadas. En esencia, el trabajo del vaquero sigue siendo el mismo: pastorear y vigilar los rebaños de animales, ser gran observador del comportamiento de los animales. Han heredado la habilidad y destreza para montar a caballo, conducir rebaños, resistir climas extremosos, conocer e identificar a los animales, detectar sus enfermedades y saber curarlos. Conocer los mejores pastos y las malas hierbas, oler el viento y el agua, prevenir y cuidar el robo y el ataque de depredadores. La forma de vida y la tradición del trabajo de los vaqueros de Chihuahua son una herencia cultural que permanece y al mismo tiempo, está en constante cambio y adaptación.
En un merecido reconocimiento a la herencia cultural que representan los vaqueros para el estado de Chihuahua, la Unión Ganadera Regional de Chihuahua, Casa Chihuahua. Centro de Patrimonio Cultural y el Instituto Nacional de Antropología e Historia en el Estado, invitan al público en general a la exposición Los Vaqueros: herencia cultural de Chihuahua el día 6 de junio a las 20:00 horas, entrada gratuita.
Los vaqueros son los trabajadores de los ranchos de Chihuahua, son los que a través del tiempo han criado, construido, mantenido y trasmitido a través de las generaciones los elementos culturales más representativos del norte. Los vaqueros de Chihuahua tienen una larga historia de lucha, conquista y adaptación a los extensos pastizales, de los bosques y barrancas de la serranía, así como a los silenciosos desiertos.
Fuente: Antrop. Sofía Pérez Martínez
Centro INAH Chihuahua